¡Lee Miller, Ady Fidelin, Leonora Carrington, Nusch Eluard!
// El siguiente artículo, "Surrealismo y Martinismo", es una traducción de "Surrealisme et Martinisme", escrito por el GM de la OMCC (Ordre Martiniste des Chevaliers du Christ) y Patriarca de la Eglise Rosicrucienne Apostolique et Gnostique, Rémi Boyer. Se publica en este blog con su autorización, al que seguirán otros artículos de su autoría, vinculados a estos y otros devenires Arte del arte y viceversa... //
Surrealismo y
Martinismo
Rémi Boyer
–artículo
publicado en la revista Superior
Desconocido, nº6–
Superior Desconocido. Dos palabras
que evocan un misterio cargado de historia; dos palabra que, lado a lado, unidas
por ese intervalo, por ese vacío, devienen un símbolo poderoso y un mito
creador, mito que anima notablemente, pero no excluyentemente, la corriente
martinista.
Pero,
¿cómo estas dos palabras podrían convertirse en el título de la revista
surrealista editada por Sarane Alexandrian?, es la primera pregunta que se le plantea
al espíritu de un martinista. Recordemos la razón de esta elección. Sarane
Alexandrian, cuando lo contacté la primera vez, explicó:
Es André Breton,
por consejo de Jean Paulhan, quien en 1948 decide titular Superior
Incógnito (o Desconocido) la primera revista surrealista de
posguerra, que habría de editar Gaston Gallimard. Por medio de André Breton
este término magnífico podía ser desprendido de su contexto martinista y
designar el objetivo ideal de la exploración poética por venir.
Este proyecto,
en razón de las luchas internas del grupo surrealista, no vió el día como
estaba previsto. Casi cincuenta años más tarde, retomamos el título: este mismo
título eternamente moderno, como una expresión de nuestro fin de siglo, en el
que los escritores y los artistas habrán de unirse para buscar la nueva gnosis.
Pero de hecho,
¿qué es el martinismo? Esta podría ser la primera cuestión planteada por un
surrealista a un martinista, cuestión que no será diferente a este señalamiento
de André Breton[1]:
“Démonos cuenta, pero de una vez, de estos que han hecho lugar a la principal
interrogación del ser humano. ¿De dónde viene que usted nos pase las imágenes
de Epinal, retratando la historia indiferente de vuestros reyes y, todavía más
pálido, las tribulaciones de vuestra desgraciada Sorbona? Suficiente de
historia básica, ¿qué nos escondes? El gnosticismo, su parte maldita, que sigue
existiendo hoy si dicho rápidamente. Sin siquiera ir tan lejos, usted ha
decidido llevarnos al destino de André Chénier: insensibles. Lo que nos
interesa es saber al mismo tiempo de dónde vino y quién será Martines de
Pasqually. Aún más cerca lo vemos mentir claramente sobre Renan: ¿y por qué permanece
mudo respecto a Saint-Yves d'Alveydre? Basta de necedades".
Para
responder, démosle la palabra a Robert Amadou[2], Superior Desconocido si los hay:
“El término martinismo recubre diversas significaciones:
1- Martinismo designa en primer lugar el sistema de teosofía compuesto por Louis-Claude de Saint-Martin[3], y expuesto en sus obras. Un martinista es por lo tanto aquel que recibe el sistema a fin de estudiarlo y practicarlo.
2- Martinismo designa la doctrina de Martines de Pasqually[4], y los “martinistas” devienen entonces, como corolario, los Elus Cohen. La yuxtaposición de este sentido al sentido precedente, se explica claramente por la homonimia parcial de “Saint-Martin” y de “Martines”, y por los vínculos personales, doctrinales y sociales, tanto imaginarios como reales, de los dos iluminados. En este segundo sentido, “martinesismo” y “martinesista”, impiden el equívoco.
3- Martinista designa la Orden de los Caballeros Benefactores de la Ciudad Santa, y, más generalmente, el Rito Escocés Rectificado[5] y, “martinista”, designa al miembro de estas organizaciones, ya que Willermoz los ha situado dentro del movimiento del martinismo y muchos fueron, alrededor de Willermoz y comenzando por él mismo, los Elus Cohen que pertenecieron a aquellas dos organizaciones.
4- Martinismo designa la Orden Martinista de Papus[6], una de las Órdenes martinistas derivadas de aquellas. "Martinista" será entonces un miembro de una Orden Martinista. Este sentido se explica formalmente por el calificativo mismo que las así llamadas órdenes martinistas eligieron y, básicamente, porque ellas se reclaman de Saint-Martin y reivindican velada (Papus) o expresamente (Bricaud), una filiación Cohen".
No nos detendremos aquí en la historia, rica y compleja, del martinismo en la francmasonería o fuera de la francmasonería. El lector interesado puede referirse a los abundantes libros sobre el tema y a las revistas La Iniciación y El Espíritu de las Cosas, especializadas en el campo de martinismo y de la F:. M:.; preferimos tratar brevemente sobre el martinismo hoy.
Gracias
al trabajo de muchas personalidades de la escena masónica y ocultista,
incluyendo a Philippe Encausse, el hijo de Papus (seudónimo éste de Gerard
Encausse), Robert Ambelain, Robert Amadou y Raymond Bernard, el martinismo
florece, primero en Francia y luego en Europa, y por fin en todo el mundo. Es
floreciente tanto en el seno de la francmasonería a través del Rito Escocés
Rectificado, como en los círculos herméticos y ocultistas donde el martinismo
sigue siendo un vehículo privilegiado de la gnosis, y en la Universidad, donde
se convierte en tema de disertaciones y tesis[7].
La influencia de Saint-Martin viene creciendo desde hace dos siglos y testimonia
la aspiración a un cristianismo tradicional que sigue siendo en gran parte
desconocido.
Esta corriente teosófica tiene dos cabezas, Martines Pasqually y Louis-Claude de Saint-Martin, que han generado dos cuerpos espirituales, uno al que se llama externo, otro al que se llama interno, y que a veces algunos oponen equivocadamente. Con Martines de Pasqually, es a través de una teúrgia muy elaborada que el sacerdote elegido reconcilia ángeles y arcángeles en vistas a su Reintegración al lugar que les es propio. Con Saint-Martin es a través de una teúrgia interiorizada y un despojamiento llevado al extremo, gracias al cual, a través de la ayuda de Cristo, el hombre de deseo deviene el hombre-espíritu. De estos dos cuerpos, es el segundo el más extendido, sin jamás separarse completamente ni definitivamente del primero. Pero si las formas parecen tan diferentes a los ojos profanos, se trata de la misma ascesis, ascsesis crística o cristiana, dirán aquellos que quieren marcar la diferencia entre el cristianismo exotérico, criticado y criticable, del cristianismo esotérico, y se hablará entonces, impropiamente, de hermetismo cristiano, aunque esta expresión exprese perfectamente lo que es hoy el martinismo, si bien se lo expresaría mejor como gnosis cristiana.
El martinismo contemporáneo se presenta como un espacio tradicional que ofrece al buscador la libertad y la flexibilidad necesarias a la Aventura que representa la Búsqueda incondicional del Ser. Muchos martinistas se interesan poco en Martines y Saint-Martin, pero buscan en las logias martinistas la libertad, la apertura de espíritu, que desde hace tanto tiempo la francmasonería no sabe ofrecer mas que excepcionalmente. De una orden martinista a la otra, de un ritual a otro, el martinista encuentra siempre esta atmósfera propia del martinismo y, de manera sorprendente, esta presencia indecible e indefinible, que por los misterios de S e I, las dos iniciales del Superior Incógnito (o Desconocido) manifiesta La Cosa. La Cosa, nos dice Robert Amadou, es el gran asunto de los Elus Cohen: “No hay una pauta de definición, y los contextos en los que La Cosa es mencionada son muy diferentes para restringir esta definición con claridad. La palabra Cosa es francesa, y no revestirá en este caso, la doble acepción a la que induce la proximidad fonética de las dos palabras en lengua castellana (que Martines recuerda de vez en cuando): cosa y causa. La Cosa martinesista es a la vez la causa final y eficiente de la aventura generada por Martines y sus seguidores, grandes y pequeños, quienes trabajan por la reconciliación y la reintegración. Ella es la causa a la vez final y eficiente de la reconciliación y de la reintegración”.
El martinismo probablemente debe su vitalidad a dos elementos: por una parte la masonización de sus rituales que ha permitido asegurar su perennidad y su extensión, preservando su doctrina dentro de una estructura cargada de historia y apta para integrar y preservar el simbolismo propiamente martinista (máscara y capa). Y por otra parte, el principio de los iniciadores libres que permite la supervivencia de la corriente en los períodos hostiles (guerras o dictaduras) bajo la forma de linajes. Aquí un extracto significativo de un ritual de iniciación al grado de Iniciador[8]:
"Por
esta última razón, el Iniciador tiene la obligación de suspender toda relación
iniciática con uno de sus Iniciados, tan pronto como éste se convierte en Iniciador.
El crecimiento de la Orden es entonces análogo a la difusión celular por
segmentación: una célula no contiene a otra más que por un tiempo muy corto. La
célula-madre se divide, dando nacimiento a las células que, ellas mismas, a su tiempo,
se convierten rápidamente en células madres. La Orden de Superiores Incógnitos o
Desconocidos, se organiza a fin de permitir una mayor independencia a cada uno
de sus componentes, manteniendo al mismo tiempo el más alto nivel de cohesión de
todas sus partes. La Libertad Humana nunca debe ser restringida, y la Orden trabaja
siempre bajo el consentimiento libre y absoluto de los miembros que se reúnen
para un trabajo particular.
“Las
ventajas de una organización de este tipo son considerables y sería inútil
enumerarlas todas. La más importante y principal es la absoluta libertad dada a
cada uno de sus Miembros para desarrollar por sí mismo las enseñanzas de la
Orden, de acuerdo con sus propias aptitudes y preferencias científicas,
filosóficas, metafísicas, sociales, etc”.
Actualmente las logias martinistas albergan muchos investigadores de cualquier tendencia, dentro de los que un número significativo se siente próximo al movimiento surrealista, al Gran Juego[9], o también a un Guy Debord, si está interesado en el arte contemporáneo, con respecto al que percibe su cercanía e intimidad, en tanto que la Búsqueda reside principalmente en una forma de interrogación del mundo y su representación, cuestión ésta que se sostiene si el iniciado se vuelve él mismo creativo, actor, director y espectador de su propio espectáculo, investigaciones que son asimismo las del artista. El artista, como el loco de dios, sabe en su carne y en su espíritu que, para retomar el primer axioma de la semántica general de Korzybski[10], el mapa no es el territorio.
Hubo un tiempo en el que los hermetistas y los miembros de los movimientos de vanguardia estaban cerca, y a veces eran lo mismo; estos tiempos abrieron espacios de gran creatividad, de don y de gratuidad, donde el placer y la emoción espiritual sirvieron a la belleza y a la ética. Es de destacar también que la Tradición, en su acepción más estricta, puede reconocerse a sí misma en los movimientos de vanguardia, y esto teniendo en cuenta que el proceso de iniciación, como la presencia creativa de la vanguardia, exigen una ruptura total con toda representación para alcanzar el intervalo, la ruptura, donde el Ser, en su desnudez, en su poder crudo, puede aparecer tal como es, libre, incluso de la liberación, como bien lo ha mostrado Nikos Kazantzakis.
Actualmente somos
cada vez más numerosos los que llamamos a una nueva alianza entre los hijos e
hijas de Hermes y los aventureros del arte, todos funámbulos de la vida, a fin
de atravesar este agitado fin de milenio.
Para concluir, he aquí el testimonio que nuestro amigo Robert Amadou amablemente nos confía:
"Aquí
está, querido amigo Rémi Boyer, el testimonio que de buena gana quisieron
recoger por escrito para citar.
“En
1955 cenamos en una noche de invierno, cinco o seis personas, entre ellas un
alquimista y uno o dos miembros del grupo surrealista del entorno de André
Breton, en el restorán chino del pasaje de La Opera. La conversación se centró
casi exclusivamente en lo esotérico, como la moda quiere que lo llamen hoy en
día, pero nosotros también lo denominamos –mejor– ocultismo. Al esoterismo por lo tanto, Bretón le hacía entonces
cada vez más caso. Se alegró de que mi Torre de Saint-Jacques reprodujera, de
alguna manera, aquella de Nadja. El investigador del oro del tiempo mantuvo,
sin embargo, su hostilidad hacia el cristianismo, y varias veces durante la noche
lo manifestó, fiel a sus convicciones, pero respetuoso de los presentes que no
compartían la perspectiva. El cristianismo revisado por Breton era, de hecho,
el catolicismo romano y francés de la segunda mitad del siglo XX, en la estela
de aquel del siglo XIX.
“Al
salir del lugar, le dije a André Breton, cara a cara: "Si usted lee a Clemente
de Alejandría sabría de otro cristianismo, la verdad, y por lo tanto lo
juzgaría de otra manera". Breton me respondió en la cara, con una gran
calma y sin vacilar: "Es muy posible que tenga razón, pero ya es demasiado
tarde." Nos levantamos y se despidió, muy cordialmente. No puedo
garantizar textualmente el intercambio, pero el fondo es exacto.
“La
cortesía de Breton, además de las exigencias de una defensa o de un ataque vitales,
fue perfecta, ejemplar. La filosofía nos acercó, a falta de una teología (o más
bien de una teosofía que se analiza, si fuera el caso, en filosofía y
teología). Mantuve y mantengo una admiración enorme y respetuosa por sus
pensamientos, por su trabajo, por su ser. Me testimonió una simpatía a través del
polvo por el cual, me escribió él, secaba la tinta de sus letras.
“Como
no hay nada más ajeno a él que la hipocresía, la respuesta de André Breton citada
anteriormente, a mi manera de ver, estaba desprovista de toda provocación, y esta
amable contestación concedió, me parece, alguna realidad al sueño, que por ensoñar
toda lógica, no rechazaría las ideas cristianas análogas al surrealismo.
“Todavía
creo que este re-encuentro analógico fue evitado por Breton, a pesar de sí
mismo, debido a las circunstancias y los errores respecto a la realidad de lo surreal.
Sé también que este re-encuentro establece la gnosis perfecta, con un tono
particular, que conjuga ortodoxia y esoterismo. Pero si mi propósito fue
explicado hasta este punto, ¿André Breton, se habría resistido a tratarme, por
otra parte, de "pregonero de Dios?”
//
Próximamente Metafísica e Iniciación,
del mismo autor //
[2] Robert Amadou es el gran
especialista universitario del martinismo y de Louis-Claude de Saint-Martin,
quien ha permitido la edición de obras mayores y la publicación de numerosos
inéditos. Fundó en 1992 el Centro Internacional de Investigaciones y Estudios
Martinistas, BP 08, 58130, Guérigny, que publica la revista El Espíritu de las Cosas.
[3] Louis-Claude
de Saint-Martin (1743-1803), llamado el Filósofo Desconocido, teósofo y gran
escritor masónico.
[4] Martines de Pasqually
(1727-1774), funda la Orden de los Caballeros Masones Elus Cohen del Universo. Su
doctrina se expresa en su Tratado de la
Reintegración de los Seres, la última edición completa, a cargo de Robert
Amadou, 1995, Diffusion Rosicrucienne.
[5] Uno de los principales ritos
masónicos y probablemente el más consistente de todos, lo integran los
Caballeros Benefactores de la Ciudad Santa, fundado por Jean-Baptiste Willermoz
(1730-1824) desde el sistema de la Estricta Observancia Templaria.
[6] Su nombre real Gérard Encausse
(1860-1916), fundador, con el Conde Stanislas de Guaita, de la Orden Martinista
y de la Orden Cabalística de la Rosa-Cruz.
[7] Robert Amadou consiguió hacer
entrar a Saint-Martin en el corpus de obras filosóficas en lengua francesa de
la casa Fayard, con el título Controversia
con Garat, precedido de otros escritos filosóficos.
[8] Ritual de la Orden Martinista
establecido por Teder, 1913.
[9] Para aquellos interesados en
el Gran Juego, todavía hay algunos ejemplares del número especial de El
Original, consagrado al Gran Juego en 1977-1978. Escribir a El Original, 25 Rue
Saulnier, 75009 París.
[10] Alfred Korzybski (1879-1950)
brillante inventor de la Semántica General, cuya principal obra Ciencia y Cordura pronto estará
disponible en francés.
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